Hay algo que todos tenemos en común: hombres y mujeres, niños y ancianos, sanos y enfermos,…y es la necesidad de contacto físico.

Podríamos preguntar a cualquier persona que conozcamos si recibe todas las caricias o todos los abrazos que desea, y la respuesta es casi siempre que no.

No es un tema sencillo de ver, porque con la sexualización de nuestra sociedad sólo permitimos que nos toquen nuestra pareja, nuestros hijos y nuestras mascotas.

Pero la realidad es que no hay forma más sincera y directa de demostrar afecto que un buen abrazo.

Si se piensa que esto es un síntoma de debilidad, estamos muy equivocados.

Está más que demostrado que un contacto físico frecuente es positivo para el cuerpo a todos los niveles: elimina tensiones, mejora el funcionamiento de digestión y respiración, equilibra el sistema nervioso,…

Por no hablar del plano emocional.

No hay cosa que ahuyente mejor  la soledad que sentir el contacto físico con otra persona.

Quienes trabajan con ancianos saben que el tocarles de vez en cuando es fundamental para su bienestar a lo largo del día.

En cuanto a los niños, el que haya alguien que les abrace cuando todavía son bebés puede condicionar el estilo de sus afectos para el resto de su vida.

Y los adultos… somos demasiado arrogantes como para admitir una necesidad tan “primitiva” o “infantil”.

Pero nunca es demasiado tarde.

Si le das un gran y sincero abrazo a alguien notarás cómo se empiezan a deshacer años y años de incomprensión y aislamiento.

La verdad, no hay mejor regalo en el mundo.