Quirón era un Centauro, mitad caballo y mitad persona.
Y no solo eso: además era maestro de muchas cosas, entre las que destacaban la medicina, la astronomía, las artes militares y la música.
Entre sus alumnos estaban algunos de los personajes más famosos de la mitología griega: se podría decir que era un profesor de élite.
Por una serie de acontecimientos (en los que Hércules y unas flechas envenenadas tuvieron algo que ver), Quirón resultó herido.
Y no era una herida cualquiera. Era una herida de las que no terminan de curar jamás.
Esto ya es doloroso, pero si tenemos en cuenta que nuestro protagonista era inmortal, es difícil imaginar un destino peor.
Como ya hemos dicho, Quirón enseñaba medicina, pero además era un auténtico genio curando las dolencias de los demás.
Por eso se le llama “El Sanador Herido”.
Nos enseña que donde está nuestra herida, está nuestro don de curar a los demás.
Porque comprendemos mejor que nadie por lo que está pasando esa persona, y porque conocemos los pasos que hemos tenido que dar para superar nuestra herida.
Ese es, según el viejo Quirón, el regalo de las cosas que nos van sucediendo en la vida.
Totalmente de acuerdo
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