Hoy en día, conocemos a Jane Austen como escritora, y sus historias han llegado al cine o a series de televisión con un gran éxito.
Sus novelas sorprenden incluso hoy en día, porque con un lenguaje sencillo, directo e irónico, nos transmite mucho más de lo que en un principio transciende, como una simple novela romántica, escrita para mujeres.
En realidad sus libros son mucho más: en ellos aplica una descripción de la sociedad, de la vida en una época concreta, y de sus costumbres.
También habla de las emociones y sentimientos, de los errores y aciertos en el devenir de los personajes que transitan en sus novelas. Esto, es lo que los hace tener un carácter atemporal y universal.
Con sus novelas, Jane no solo obtuvo el éxito en vida, sino que consiguió que los hombres recomendaran sus libros a sus esposas e hijas.
Esto fue un arma de doble filo, porque mientras ellos creían así aleccionar a sus mujeres sobre lo que se esperaba de ellas, produjo lentamente el efecto contrario…
Así sembró las dudas sobre el papel de la mujer en la sociedad inglesa del siglo XIX, en donde – a menudo – se le utilizaba como instrumento para mejorar la posición social de la familia, como moneda de cambio en matrimonios aventajados.
Las jovencitas tenían que gustar a algún hombre – cuanto más rico mejor – mostrando su belleza, y talento “femenino” para hacer una buena boda.
Tal como describe en sus novelas, en la sociedad de su época – los bailes y reuniones sociales – se convertían en un escaparate, donde las muchachas se exhibían para intentar “pescar” al mejor partido.
Eran unos tiempos tristes para ser mujer, donde ésta, no tenía otro papel que ser una fidelísima esposa y madre, atenta al orden de su casa, sujeta a doctrinas morales y emocionales, que la impedían ser libre de su destino.
Se la educaba con una visión de “embellecimiento” donde la música – tocar el piano – la poesía, o el dibujo por ejemplo, solo eran ornamentos para entretener a su familia, sin derecho a otros estudios considerados poco femeninos y deseables en una mujer.
Si al casarse no tenían ningún hijo varón que heredara títulos y haciendas, ellas y sus posibles hijas, podían terminar, sino en la indigencia, sí en un tipo de vida muy por debajo de lo acostumbrado, viéndose obligadas a depender de algún pariente, tal y como le ocurrió a la misma Jane a la muerte de su padre.
A través de las heroínas de sus novelas – siempre rebeldes del papel que se espera de ellas – y con un gran discernimiento, Jane Austen, nos transmite la idea de una educación más libre, sensata y práctica para la mujer, que – espera – le otorgué un mejor juicio para decidir sobre su existencia.
Jane es una innovadora, y reflexiona sobre el constreñido y manido papel en que la sociedad nos sitúa. Por eso su lectura nos atrapa, y sus personajes – a pesar de su atuendo – nos parecen terriblemente actuales.
Curiosamente ella nunca se caso, protegida primero por su padre – educador liberal – y después por su hermano, pudo vivir con cierta comodidad a lo largo de su vida y dedicarse a la escritura.
Su temprana muerte a los 41 años, le dejo dos obras por acabar, no así una frase memorable que aquí transcribimos:
“La sabiduría es mejor que el ingenio y, a la larga, sin duda, tendrá la risa de su lado”