Me has dejado aquí, abandonada…
En esta isla lejana, que no se parece en nada a Creta, la isla de la que provengo, la de la rica miel, la danza y la alegría
Esa isla a la que he traicionado por tu amor, y a la que nunca podré volver, pues es imposible dado mi pecado
¿Quién te ayudo? ¿Acaso Afrodita? Mi arrebato fue tan rápido que solo ella pudo lanzarme este hechizo, esta locura, por ti, Teseo
¡Porqué creí tus promesas! de que me harías reina de tu ciudad aérea, de que viviríamos juntos viendo crecer a nuestros hijos
¡Maldita sea la hora que cruce mis ojos con los tuyos! Ese abismo…
Ya entonces me vi perdida, pero ciega seguí mi destino, te entregue el hilo mágico, para que retornaras a mí tras matar al monstruo, para que salieras del laberinto, de esa trampa urdida por mi padre y Dédalo
Juntos corrimos al navío, seguidos de tus compañeros, que me miraban torvamente. No me perdonaban mi linaje oscuro, emparentado con la bestia. Tampoco nuestras costumbres tan diferentes a las tuyas, a las suyas…
El viento – ese ladrón – nos ayudaba, veía como se alejaba de mí las costas que nunca volveré a contemplar, pero el mismo viento casi nos hace naufragar, y por eso llegamos aquí, a Naxos, este lugar desolado
Has aprovechado, un momento de cansancio donde se me cerró los ojos. Tras bailar la danza de la gruya acompañado de los tuyos, yo te contemplaba…
Y ahora que despierto, veo la vela de tu bajel en la lejanía, acaso me crees en el barco, oculta de las miradas
Pero no, pues ya la nave se aleja… ya no distingo el blanco de su vela, ni mi esperanza
Qué te hizo cambiar el parecer, ¿por qué me dejas? ¿es que no me amas? No saber el porqué es lo que me tortura, parecías tan atento, tan amante, tan amado…
¿Es que eres tan vil? Y tras servir a tus propósitos, aquí me has dejado, como se huye de algo ya usado y no apreciado
No has tenido compasión, como un cobarde te has alejado, sin cumplir con lo prometido…
Pero mi historia no tiene final amargo. Dionisos me encontró, y supo amarme, el símbolo de nuestro amor brilla hoy entre las estrellas: La corona Boreal
Conclusión
Casi todas las personas han sentido alguna vez, ese dolor del otro. Como un tronco abatido por el rayo, así nos deja la incertidumbre del amor recién estrenado, y tan pronto arrebatado.
Reflexión
Ariadna nos enseña que en estos momentos de incertidumbre, no debemos culparnos, Ha sido la otra persona quien ha creado ese dolor, tal vez por su incapacidad de entrega o de una mayor inmadurez si cabe.
En estas épocas, conviene resistir sin torturarse, ya que forma parte de nuestro camino. Al final como Dionisos, el amor más natural, más afín, acaba llegando, sin falsas promesas, sin juegos de espejo, al final las cosas son como tienen que ser.