Halicarnaso, capital del reino de Caria en la Anatolia (actual Turquía) y de herencia doria, por lo tanto – de cultura y origen griego – que en época de los Persa Aqueménides se convirtió en una de sus provincias, cuando éstos emprendieron la extensión de su Imperio.
Esta era la situación cuando la reina Artemisia tras enviudar y con un hijo menor, se hace cargo del gobierno de su reino.
Pero no eran tiempos tranquilos. El rey persa Jerjes tras el fracaso de su padre Darío, intenta de nuevo la conquista de Grecia: estamos en el 480 a.C. – en la Segunda Guerra Médica – o contra los medos, nombre con el que eran conocidos los persas.
Los griegos con la ciudad de Atenas a la cabeza, se disponen una vez más a defender sus tierras, familia, civilización y su Democracia, por lo que no están dispuestos a ceder a la tiranía persa.
Son pocos a comparación de los medos, con un ejército muy superior. Esto hace que en un primer momento Atenas caiga en manos enemigas. Aunque Temístocles – su arconte o gobernador – en previsión, había hecho desalojar la ciudad y reunir a sus ciudadanos en una isla cercana, Salamina.
Artemisia es demandada por su rey Jerjes para que le apoye en la inminente conflagración. Única mujer entre sus generales, que con Mardonio a la cabeza eran partidarios de acabar con los griegos por mar.
Sin embargo Artemisia, conocedora del control marítimo y del poder naval griego, que con sus ágiles trirremes podría dar más de un susto a los pesados barcos persas, y también mejores conocedores de las corrientes y la costa griega; proponía una acción conjunta tierra-mar que obligará a los griegos a proteger sus ciudades dispersándose – el “Divide y Vencerás” – que Julio Cesar utilizaría más tarde.
Jerjes, aunque alabó su consejo, decidió desecharlo y optó por un ataque frontal a la flota griega, que le estaba esperando en Salamina.
Artemisia por su parte se puso al frente de sus tropas y barcos, como comandante de Jerjes, preparándose para el combate.
Se sabe por el historiador Heródoto y paisano de Artemisia, que ésta aportó cinco navíos, que junto a los de los sidonios eran considerados como los mejores de la flota persa.
En la batalla naval conocida como Salamina, los griegos condujeron a una trampa a los barcos persas. Les llevaron hasta las inmediaciones del istmo de Corinto, donde los lentos y pesados barcos persas tenían muchas dificultades para maniobrar.
Artemisia – tal y como había temido – vio el desastre que se avecinaba, y al verse ella misma obstaculizada por un trirreme ateniense, no dudo en arremeter contra un barco persa para escapa hundiéndolo.
Cuando llegó a las líneas persas, Jerjes admirado exclamo – ¡Mis hombres se han convertido en mujeres y mis mujeres en hombres!
Por último, tras la derrota de Jerjes en Salamina, Artemisia le hizo a éste un último servicio: Le aconsejo que se retirará a Asia Menor en espera de mejor ocasión de derrotar a sus enemigos.