Solemos creer que técnicas que nos resultan complejas, como es la navegación, pertenecen a fechas más próximas y culturas más sofisticadas, como la china, la minoica o la fenicia por ejemplo.
Complejas, porque creemos que implican una tecnología y conocimientos avanzados para llegar al éxito. No contamos con la curiosidad humana, con su índole aventurera, con su empuje y necesidad de ir siempre más allá…
La navegación además, supone una herramienta para lograr mayores recursos, una vía de circulación muchas veces más cómoda, para acceder a éstos.
Además, el hombre paleolítico sabía construir una embarcación, que no se hundiera y navegara, hecha con materiales y herramientas, de las que él, sabía servirse para conseguir sus fines.
Estos conocimientos se iban transmitiendo de generación en generación, y constituían la base para abordar nuevas empresas, además de para su supervivencia.
Los hallazgos encontrados en las últimas décadas, apuntan que el Homo Sapiens – nosotros – ya surcábamos los mares, antes de lo que se pensaba, dándonos investigadores una última datación de 127.000 años.
Las formas de emigración utilizadas por nuestros ancestros eran: caminando por los casquetes helados de la Era Interglaciar, navegación de cabotaje y navegación de ultramar. Así podríamos haber llegado a Japón, Australia, Nueva Zelanda, la Polinesia, América… conquistando todas las islas y continentes.
Los antropólogos e historiadores actuales, intentan imitar estos viajes, emulándolos en todos sus detalles, para comprobar si esto pudo ser posible…
La actual controversia del poblamiento de América, parece trastocar a la hasta ahora más extendida teoría del estrecho de Bering, proponiendo además de ésta, nuevas hipótesis en las que la navegación en épocas tempranas sería recurrente.
Como por ejemplo la vía Atlántica – o teoría Solutrense – supone que Cromañones europeos durante el Paleolítico Superior, se desplazaron hasta América del Norte intercalando la navegación de cabotaje con su andadura por los hielos flotantes.
Igual pasa con la emigración hacia América del sur, del que no solamente estarían implicadas las poblaciones venidas del norte, sino que incluso más antiguamente, existieron otras vías de acceso – que con primitivas balsas – navegaron desde Oceanía vía Antártida, o desde Melanesia a la Polinesia, para arribar a las costas americanas.
Para corroborar estas teorías de emigración, los investigadores han encontrado numerosos yacimientos arqueológicos de gran antigüedad en Sudamérica en comparación de los escasos – y mucho más estudiados – hallados en Norteamérica. Además con los nuevos adelantos tecnológicos- de estudios genéticos y de fenotipos – para el control de las poblaciones, se ha visto que hay una tendencia de rasgos más australoides en la población indígena de América del Sur, con respecto a la del Norte, en donde encontramos más el de origen mongoloide como era de esperar.
Por lo que se plantea a los historiadores y antropólogos, una duda razonable a seguir investigando: si América fue poblada desde Siberia, no tendríamos que encontrarnos otra genética que la propia de las poblaciones mongoloides de esa zona, y también los yacimientos arqueológicos más antiguos, tendrían que situarse en Norteamérica.
También hoy en día, se baraja la posibilidad de que ya, el Homo Erectus era capaz de navegar entre islas en su expansión por los territorios, ya que se han encontrado fósiles de este hombre primitivo, en las islas de Indonesia de hace unos 800.000 años o más…
Por lo que vemos que la navegación durante el Paleolítico, e incluso en épocas más tempranas de la humanidad pudo ser posible, dado el éxito de nuestra especie en idear estrategias para no sucumbir ante las dificultades y superarlas.
Sin duda cruzar el mar tenebroso fue un reto digno de nuestra especie.
La navegación en el paleolítico (por Esther Roso)
