Veamos primero la historia:

Pigmalión era un rey que no encontraba la mujer que le llenara de felicidad.

Por eso se dedicó a hacer esculturas femeninas, a cada cual más bella.

Pero hubo una que le salió perfecta, y le llamó “Galatea”.

Tanto es así que soñó que cobraba vida.

Cuando despertó, la diosa Afrodita le concedió ese don.

La escultura cobró vida y finalmente ambos, Galatea y Pigmalión pudieron vivir juntos y felices el resto de sus vidas.

Interpretación:

En psicología se llama “Efecto Pigmalión” a la importancia que tiene lo que piensas y crees en tu propia vida.

Está más que demostrado que lo que piensas de ti mismo cambia tu forma de actuar y funcionar en la vida.

Y también puede hacer que parezcas algo que no eres.

Si te han hecho creer que eres una persona estúpida o débil, te comportarás como tal, aunque no lo seas.

Pero la cosa no termina ahí.

Lo que piensas de los demás determina cómo éstos se comportan contigo.

Y viceversa.

A menudo funcionas según esquemas que otros te han hecho creer.

Y en casi todos esos esquemas sales perdiendo, porque a veces las personas intentan que te sientas poca cosa para poder manejarte.

Pero, por lo que nos dice la ciencia, esto no está escrito en piedra.

Nuestro sistema nervioso tiene el don de la Neuroplasticidad, que es la capacidad de cambiar circuitos nerviosos que han estado funcionando toda la vida.

Y puede hacerse para bien.

Si aprendes a verte y sentirte de otra forma.

Si aprendes a ver el mundo y a las personas desde otro punto de vista.

Las posibilidades de cambio son enormes, y aquello que pensabas que tenías que soportar toda la vida puede ser solamente algo pasajero.

Reflexión:

Pigmalión nos enseña que en gran medida tu futuro y tu bienestar son creación tuya.

Para terminar, escuchemos las palabras que Afrodita le dice a Pigmalión cuando da vida a Galatea:

“Mereces la felicidad.

Una felicidad que tú mismo has plasmado”.