Es curioso cómo somos los seres humanos.

Tenemos tendencia a hacernos daño sin necesidad.

Y una de las formas más populares de hacerlo es el arrepentimiento.

Todo el mundo se arrepiente de cosas en su vida. Algunos de lo que han hecho, y otros de lo que han dejado por hacer.

Si repasas tu lista con sinceridad, verás ocasiones en las que no estuviste a la altura, relaciones en las que te equivocaste, aquel error profesional que te costó caro, aquellas palabras que dijiste de más o las que no dijiste en absoluto,…

Mil formas de sentir dolor pensando en el pasado, prometiendo que no nos volveremos a equivocar, y en el fondo, sabiendo que si hay más vida, habrá otro error que cometer.

Y en todo éste montón de recuerdos, nos olvidamos de lo más importante:

Nos estamos haciendo daño sin necesidad.

Cada vez que en la vida hemos podido tomar una decisión, la hemos tomado lo mejor que hemos podido, teniendo en cuenta la situación del momento y la información que teníamos.

Nadie toma una mala decisión sabiéndolo.

En esos momentos en que el pasado nos duele, cuando pensamos que somos las personas más estúpidas del planeta, debemos pensar que estamos juzgando el pasado desde el presente.

Y haciendo eso, saldremos perdiendo siempre.

AHORA sé cosas que ANTES no sabía, en gran medida debido a la experiencia.

Si quieres adquirir un hábito de lo más saludable, deja de castigarte mirando al pasado, y céntrate en el ahora.

Eso ya lo sabían los Antiguos (como siempre) y nos lo contaban con imágenes.

Como cuando la mujer de Lot se convierte en una estatua de sal por mirar para atrás o cuando Orfeo pierde a Eurídice para siempre, después de atravesar el infierno, por mirar a su espalda demasiado pronto.

El pasado es una parte de nuestro camino de la que no hay que avergonzarse.

Nos ha traído hasta donde estamos, y si no queremos estar toda la vida dando vueltas en círculo, conviene pensar que el camino hacia una vida mejor está bajo nuestros pies, AHORA.