Hay personas a las que no les importa nadie.
No les interesa ponerse en la piel de los demás.
Total, ésta actitud es muy cómoda para ir por el mundo.
Pero también hay otro tipo de personas, a las que podemos llamar, en justicia, buenas.
De una bondad que no tiene nada que ver con la estupidez.
Sencillamente creen que deben hacer algo por el mundo, dejarlo un poco más limpio y decente que como se lo encontraron.
Personas que creen en algo que se llama decencia.
De las que hacen lo que creen que debe hacerse.
Y es en éste tipo de personas, las que todavía iluminan el futuro, en el que encontramos un fallo común.
Tienden a sentirse culpables.
Por lo que hicieron, por lo que no hicieron, por el tiempo que consideran perdido, por haberse dejado manipular, por no haber estado a la altura,…
Todas tienen facilidad para sentirse mal por los fantasmas de su pasado.
Y todas ellas están equivocadas.
Seguramente les enseñaron a sentirse culpables.
O tal vez sea su sensibilidad la que les lleve a esa sensación tan dolorosa.
Lo cierto es que con culpa te sientes mal, débil, con una herida que sientes hasta físicamente.
Cuando se ve a una de estas bellas personas, hay que decirle que no hay motivo para la culpa.
Ese es el primer paso de todo crecimiento humano.
Hicieron lo que pudieron en cada momento.
Es posible que se equivocaran, sí, pero debido a los límites que les marcaba el estado de ánimo del momento, la falta de información o la tensión.
Si hoy eres capaz de juzgar tu pasado, es porque tienes información que entonces no tenías.
Y porque no sientes lo mismo que entonces.
Siempre, en tu vida, has hecho lo que has podido.
Tu vida ahora es otra, y merece la pena que la disfrutes.
Y que los demás disfruten de ti.
Siéntete bien, e ilumina otra vez el mundo con tu sonrisa.
Y sigue haciendo eso que solo tú puedes hacer.
Me ha gustado muchi este artículo porque ya está bien de relacionar ser bueno con ser tonto. El tonto no tiene opción, el bueno ya ha elegido