“Memento mori…”

Con esta frase el esclavo que acompañaba al general romano se lo susurraba al oído, de a poco, cuando las loas y griterío del pueblo romano más arreciaban, durante su homenaje y paseo triunfal por las calles de Roma

Se lo susurraba – «recuerda que eres mortal» – pues al pasearse en plena ovación, no fuera a envanecerse…

Ya que como un héroe, subido en la cuadriga que le llevaba por las calles, tal vez  entrara en trance, y como Marte se creyera un dios

Marte, la deidad de la guerra y protectora de la urbe romana, al que todo ciudadano de la época quería emular…

No en vano, el general viste y pinta su cara con el color rojo – símbolo del dios – y al recordar el fragor de la batalla, y esa rabia ciega que se posesiona del alma, vuelve a sentirse invencible

La embriaguez divina de Marte, que de un súbito arrebato, nos transporta, siendo capaz de hazañas sorprendentes por los que ser recordados…

Por eso el siervo, sosteniendo la corona de laurel sobre su cabeza, le recordaba constantemente: memento mori

Mira tras de ti, recuerda que solo eres un hombre… recuerda que tu vida, como el brillo de la estrella que vemos pasar, es fugaz

 

Reflexión de la Historia:

Los romanos nos dan una imagen sorprendente sobre la humildad en el ejercicio del poder, a la que todos los dirigentes, de todas las épocas, deberían tener en cuenta

Por otro lado en un nivel más mundano – y aplicable a lo anterior –  todos deberíamos recordar, que los triunfos que nos puedan envanecer, se deben a múltiples factores – no solo a nuestro merito personal,  son efímeros, y no permanecen ni en nuestro recuerdo…