El llamado “morbo gótico” deja en pañales a la serie “Juego de Tronos”, puesto que es el resultado negativo de la lucha por el Poder Real.
Vamos, un “quítate tú para ponerme yo”.
Los visigodos, cuando el rey moría, elegían al siguiente entre sus nobles, por lo que la monarquía no era necesariamente hereditaria.
Esto causaba luchas intestinas, con enfrentamientos entre los diversos clanes, por colocar a su candidato en el poder.
Además de las guerras, una manera frecuente de eliminar a un rey no deseado era el “morbo gótico”, que en el mejor de los casos era “dejarlo calvo”. es decir tonsurarlo y obligarle a practicar el monacato encerrándole en un monasterio, ya que los monjes no podían ser reyes.
Otra modalidad era dejarle ciego o asesinarlo de diferentes maneras: envenenándolo tras un banquete – cuando bajaba la guardia – cortándole la cabeza con una espada, apuñalándolo (incluso dentro de una iglesia… )
De los treinta y tres reyes godos solo doce murieron de causas naturales.
El morbo gótico no solo afectaba a los reyes.
Tampoco los nobles no se veían libres de sus consecuencias, ya fueran asesinados por su propio rey para quitarse “problemas de en medio”, como por otros nobles a los cuales estorbaban para medrar en sus fines.
También las conspiraciones eran “el pan nuestro de cada día”.
Aunque no siempre se buscaba asesinarle, el rey no podía estar nunca tranquilo: siempre en guardia, intuyendo la traición…
Tal vez el caso más curioso fue la del rey Wamba, el último rey fuerte tras Leovigildo y Recesvinto.
Fue elegido rey en el 672 y en su solo dos años de monarquía dio pruebas de fuerza y sensatez en el trono.
Sin embargo, los nobles que acechaban le dieron a beber un elixir hipnótico – esparteína – que le dejó postrado.
Los nobles llamaron a un sacerdote para que le diera la extremaunción, tonsurándole y vistiéndole con hábitos, tal y como se estilaba por entonces.
Cuando Wamba despertó, reclamó su trono, pero la ley visigoda impedía reinar a cualquiera que vistiese hábitos, por lo que no le quedó más remedio que acabar sus días en un monasterio.
No es mal final, visto lo visto…