Se llama Asia, cursa 3º de ESO y hoy es su cumpleaños (15 primaveras).

Con quince años, yo ya tenía novio; bueno, salía a escondidas con un chico que me daba la mano. Asia y yo nos vemos a diario en mi casa: una hora, de lunes a viernes. Antes de que llegue, ya tengo preparada la calculadora, los ejercicios y el tema del día: ahora, andamos con las potencias. Asía dice que no le gustan las ´mate´; pero no es cierto. Lo que ocurre es que todavía no aprendió a jugar con los números, hacer piruetas con los exponentes negativos, encontrar valores para la “x”, merendarse los paréntesis y mantener erguida la espalda.

—Tienes que sentarte recta, mirar el problema desde arriba, con elegancia y certeza, tomarte unos minutos antes de buscar la solución y dejar que los números te guíen. Porque los número hablan ¿lo sabías?..
Asía me mira, sonríe, mordisquea el lápiz, piensa, suspira. y vuelve los ojos al cuaderno.
—Este 2 dice que quiere multiplicar todo lo que hay dentro del paréntesis —le digo—. El paréntesis dice que, primero, necesita que eleves al cuadrado su contenido. Y el quebrado se queja, porque quiere ser entero (como los demás). ¿Lo ves? Ese es el lenguaje de los números. Vamos a utilizar las herramientas que tenemos para resolver este ejercicio, y que los números se sientan a gusto. ¿Te parece? Pues venga… Afila el lápiz, que está chupao.
Yo no sé si Asia conseguirá aprobar las matemáticas, pero lo que sí intentaremos es que pierda el miedo a los números; que aprenda a escucharlos, a jugar con ellos; que descubra su magia…
—Los números, si los tratamos bien, siempre nos dan una solución (lo que prueba que los números son muy agradecidos…).

Mientras daba clase a Asia, pensaba que, cuando yo tenía quince años, tampoco me entendía con los números; prefería morder el lápiz y pensar en ese chico que me tomaba de la mano y me hacía suspirar de gloria.