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Mujeres galopando – en una noche de luna llena – en Sichuan

 

Cuando el mundo era poesía y  Li Bai se sentía estrella errante, en busca de bellos paisajes con que satisfacer su alma

 

Su deseo de belleza, que luego transformaba en hermosos versos, con los que nos alimentaba…

 

Y yo, Whang Shi, mujer privilegiada, por mi época y mi cuna, le seguía ciega

 

Si ciega,  junto a otras mujeres – que como yo – arrebatadas por la floreciente primavera y la rebeldía de la juventud, cabalgábamos como si no hubiera un mañana

 

¿Qué importa que yo no supiera rimar?, su alma de poeta bastaba para iluminar mis días, para iluminar mi aliento, mi pasión, mi  substancia

 

Eso es lo que queda de la vida ¿verdad?, ese momento dorado por el que merece la pena  vivir y que luego recuerdas…

 

Y qué importa – sí, dime – que el alcohol fuera su compañero, que a veces se embriagara

 

Su alma sensible lo necesitaba, olvidarse que a veces no sale la luna, su dulce pasión, su cortejada

 

El río Yangzi fue su tumba, no pudo resistirse a la llamada, el reflejo de la luna rielaba como una perla madura en sus aguas, y el amante corrió a abrazar a la amada

 

 

“Lo que nos queda de la vida son esos momentos especiales que nos sirven para continuar y para alimentar nuestra memoria y nuestra esperanza” (Priscila Rodríguez).