Silencio.
Ese es mi reino.
Me llaman Vidar “Bota de Hierro”.
Es extraño ser uno de los Dioses Vikingos más poderosos, y a la vez uno de los menos conocidos.
Pero no me molesta. La vanidad no es más que ruido.
Sé lo que me reserva el Destino, y eso me hace vivir en paz.
Pregunté a las Tres Viejas sobre mi vida, y sé que cuando se acerque la Batalla de Fin de los Tiempos, yo seré el encargado de vengar a mi padre Odín, metiendo mi bota de hierro en la boca del lobo gigante que le dará muerte.
Tiraré de su mandíbula hasta que el animal se convierta únicamente en un recuerdo.
Silencio.
Sé muchas cosas que no merece la pena decir, porque nadie con la cabeza repleta podrá entenderme.
Nadie se puede imaginar que, tras la destrucción, el mundo renacerá, y yo seré el Dios principal.
Silencio.
Como cuando se quema un bosque y yo me siento en el tocón de un árbol.
Mi sola presencia hace que la vida vuelva a surgir.
En realidad, todo nace del Silencio.
Los humanos están cada vez más locos, corriendo de aquí para allá.
No saben que el tiempo es como el viento helado, que cubre todas las cosas.
Ese instante de alboroto que es la vida, tan importante para algunos, no deja nada, salvo esos instantes de eternidad en los que la persona comienza a oír a su alma.
Las personas corren y corren para huir de lo que son.
No sé qué creen que van a encontrar.
Me llaman “El Silencioso”, pensando que Silencio es vacío.
Nada más lejos de la realidad.
El Silencio está preñado de vida, promesas, oportunidades y tesoros que solo unos pocos tienen el coraje de encontrar.
El viento helado, el canto del río y el cielo azul nos cuentan muchas más cosas de las que la limitada mente de las personas es capaz de imaginar.
Pero llegará el día en que el ser humano se dará cuenta de que todos sus males vienen de no saber estarse quieto y a solas…
Y ya me callo.
He hablado más que en los últimos doscientos años.
Tal vez algún día encuentre a alguien a quien le interese lo que tengo que decir.
Hasta entonces, seguiré escuchando…