Hay algo de injusto en la profesión de cuidador.

Te desvives para mejorar la vida de otras personas.

Y los demás siempre te ven como alguien fuerte, que siempre está ahí.

Creen que puedes con todo.

Y a veces olvidan que también eres una persona.

Pero generalmente tú no tienes a alguien que venga a darte fuerzas, enegía , alegría o bienestar, como haces tú con los demás todos los días.

El cuidador debe aprender a cuidarse a sí mismo.

Y debe saber que si no aprende a sentirse bien por sus propios medios, tiene poco que dar a los demás.

Por eso es muy importante aprender ciertas cosas:

  • Que está muy bien empatizar con la persona a la que cuidas, pero que si no aprendes a mantener cierta distancia emocional, cargas sobre tus espaldas cosas que no deberías.
  • Que una cosa es tu vida y otra tu trabajo, sabiendo cerrar esa puerta que separa el estar cuidando y el vivir tu vida personal.
  • Que tienes que cuidar tu salud y tu energía, vigilando lo que comes, cómo duermes y tu cuerpo en general.
  • Que tu trabajo te va a consumir mucha energía, y no te puedes permitir rodearte de personas parásitas y tóxicas. Necesitarás personas que te enriquezcan.
  • Que eres un ser humano, y que tendrás días de flaqueza y bajón.
  • Que precisamente tu grandeza está en superar éstos malos días, y con tu esfuerzo, en la medida de lo posible, hacer éste mundo un poquito mejor.

Así es como las personas cuidadoras se convierten en personas fuertes.

Mucho más fuertes y necesarias de lo que ellas creen que son.

¿Alguien ha pensado cómo sería éste mundo sin cuidadores?.