Aunque existen actualmente autores con diferentes puntos de vista sobre la libertad de la mujer andalusí, en general, parece que el periodo de al-Ándalus fue menos restrictivo para las mujeres según etapas. Pero, tal vez conviene ser prudentes y no exagerar respecto a la autonomía femenina. La mujer noble andalusí – aunque era una mujer culta y educada – llevaba una vida más restrictiva y sujeta a la tradición islámica, si la comparamos con las del pueblo llano y las esclavas que tenían mayor libertad.
Sin embargo, la lejanía geográfica con respecto al centro del Imperio musulmán y la posterior independencia de éste, hizo que algunas cuestiones fueran diferentes en al-Ándalus, como por ejemplo en la prohibición de no tomar vino que no afecto al andalusí. Además, la etapa del Califato pudo haber sido todavía más abierta por el nivel cultural y económico que se alcanzó en la Córdoba de entonces. Las fuentes de la época son escasas, pero nos dice que hubo algunas figuras femeninas sobresalientes en diversos ámbitos, sobre todo los relacionados con las ciencias y la literatura. A pesar de ello, encontramos pocos nombres de mujeres e información sobre ellas.
Entre las mujeres del Califato cordobés destaca la princesa Walada, hija de Muhamma III al-Mustakfi, un califa cordobés de la etapa conocida como fitna, cuando la brillante cultura cordobesa ya estaba declinando y se percibía en el ambiente la decadencia que abocó a una guerra civil y la posterior división del territorio en diferentes reinos de Taifas. Este ambiente de inestabilidad es importante para entender la fama y la libertad de la que gozo la princesa Wallada, pues en un momento inseguro por lo general, las costumbres se relajan y permiten personajes y situaciones que de otra manera no hubieran podido ser posibles.
Como princesa Omeya, Wallada fue educada en un ambiente refinado y selecto que su mente despierta supo aprovechar. Su proyección como poetisa comienza a la muerte de su padre cuando heredó privilegios, dinero y prestigio al morir éste sin descendencia masculina. Es entonces cuando creó un salón con un alto nivel literario y cultural donde acudían los nobles e intelectuales más importantes de su época. Allí, Wallada compartía sus poemas con otros poetas, expresando abiertamente lo que pensaba y sus sentimientos más íntimos, cuestión que le valió no pocas criticas de los sectores más tradicionales que la tacharon de libertina.
Además, padeció envidia por su éxito, como los poemas satíricos e insultantes que le dedicó la también poetisa Muhya bint al-Qurtubiyya, que había sido su protegida y alumna – ya que también la princesa Omeya se dedicó a la enseñanza de poesía y canto para mujeres de toda índole – parece ser que su envidia estaba motivada por el mayor talento y alcurnia de Wallada.
Como vemos, la princesa Wallada gozó de una libertad e independencia desconocidas para una mujer noble musulmana, su fuerte carácter se expresaba en una total indiferencia ante las críticas, paseándose por Córdoba sin estar velada ante el escándalo de las autoridades religiosas. Además, en las mangas de su vestido llevaba unos versos bordados que daban cuenta de su espíritu provocador y altivo. Así en la manga derecha se podía leer: “Estoy hecha, por Dios, para la gloria, y camino orgullosa, por mi propio camino”. Y en la izquierda: “Doy poder a mi amante sobre mi mejilla y mis besos ofrezco a quien los desee”.
Pero tal vez la faceta por la que es más conocida, es por sus amores con el también poeta cordobés Ibn Zaydum, un joven noble de excelente posición, sin duda el intelectual más elegante y atractivo del momento, que acudía al salón de la bella princesa Omeya, y allí se enamoraron…intercambiando poemas amorosos que han pasado a la historia de la literatura árabe, como este de Wallada:
“Espera mi visita cuando apunta la oscuridad, pues opino que la noche es más encubridora de los secretos. Tengo algo contigo que, si coincidiera con el sol, éste no brillaría, y si con la luna, ésta no saldría, y si con las estrellas, éstas no caminarían”.
Su historia de amor no tuvo un final feliz, ya que él le traicionó con una esclava y Wallada le abandonó. Pero esta circunstancia dolorosa abrió una vena más creativa si cabe a Ibn Zaydum, creando los más bellos poemas de dolor y ausencia por lo perdido . El poeta se estableció en Sevilla, debido a las maquinaciones políticas que se organizaron contra él, lo que se convirtió en otra razón para que Wallada ya no le perdonara. Wallada murió en 1091 a edad de octogenaria, sin haberse casado nunca, haciendo alarde de su independencia. Acabó viviendo bajo la protección de la corte del visir Abdus en su Córdoba natal, ya en el periodo de las Taifas, cuando el esplendo del Califato cordobés no era más que un recuerdo que emular.
Reflexión
La vida y el papel social de la princesa Wallada puede parecer singular, lo que no significa que otras mujeres de su época no tuvieran también relevancia, ya que se propició este ambiente por el mayor esplendor que alcanzó al-Ándalus en la época califal, esto a su vez, posibilitó una mayor libertad y reflejo sociocultural para algunas mujeres que se atrevieron a saltarse las barreras de su tiempo.
Enseñanza de la Historia
Siempre habrá personas que no se conforman, que abren nuevas puertas, sean estas del ámbito social, cultural, artístico…y que se convierten en imágenes, incluso en símbolos de lo que es posible realizar.