Cada vez se hace más evidente el aumento de la soledad en nuestra sociedad. Llevo tiempo observándolo en mis horas de trabajo y corroborándolo con noticias médicas: ha aumentado de forma alarmante en la sociedad actual. La palabra soledad siempre se asocia a algo negativo, es la epidemia del siglo XXI y no es fácil de sobrellevar en una sociedad que señala a la persona solitaria…

Cuando pensamos en la soledad, inmediatamente lo asociamos con la falta de contacto humano, lo cierto es que podemos sentirnos solos incluso estando rodeados de mucha gente. El contacto con otras personas es vital para la salud física y mental. En definitiva, el sentimiento de soledad es una problemática cada vez más presente en la sociedad actual, cuyo desarrollo depende tanto de factores socioculturales cómo de las vivencias y experiencias de la persona.

La soledad es la sensación de estar solo aunque estés acompañado físicamente. Este estado emocional es derivado de no ser capaz de encontrar o mantener relaciones sociales que uno desearía. En cambio, el aislamiento es la condición caracterizada por la falta de contacto con otras personas. Se puede estar solo y socialmente aislado, pero no sentirse solo. Difícil de entender. Podemos hablar de soledad emocional cuando no se tiene a quién recurrir o confiar en caso de necesidad.

Tanto la soledad como el aislamiento no elegido se asocian con una mala salud, teniendo un mayor riesgo de mortalidad, similar al consumo de alcohol, la obesidad o el tabaquismo. Se ha convertido en una nueva pandemia. Esta plaga ha venido a instalarse en las juventudes. El ser humano precisa de las interacciones para sentirse bien en el mundo y eliminarlas merma la capacidad física y mental. Está comprobado que tanto el dolor físico cómo el dolor social duelen de la misma manera. Son causas de stress. Las conexiones a nivel físico y a nivel social están profundamente unidas.

Cuando alguien arrastra esa herida emocional desde la infancia sufrirá en la edad adulta a la hora de gestionar sus emociones.

Un tema necesario es fomentar el círculo de amistades para evadir esa soledad impuesta. Sentirse querido y acompañado mejora la soledad y la autoestima. Las relaciones sanas curan y alivian la peor de las heridas.

Un gran drama está sucediendo en la sociedad por la soledad en crecimiento, por eso algunos países como Alemania, Australia o Nueva Zelanda han tomado cartas en el asunto y han creado ministerios concretos para erradicar esta situación.

Para hacer frente a esta situación, es preciso mejorar las relaciones sociales para devolvernos la confianza que podemos dar a los demás junto con una ayuda desinteresada. Según las encuestas que se están realizando últimamente, la soledad no sólo es un problema de la vejez nos puede afectar a todos de igual manera. Los peligros se ponen de manifiesto como un punto negativo en la salud mental, así como el deterioro en la salud física.

La podemos clasificar en voluntaria o involuntaria: la voluntaria puede ser positiva si la buscamos para desconectar y reponer fuerzas. A veces es necesario este silencio “interior”.

La involuntaria y no deseada duele, pesa, te invade, es la que se mantiene por largo tiempo y no ha sido buscada. De ahí la tristeza, el desamparo, el insomnio o la depresión.

Está comprobado que para hacer frente a la soledad otra opción es trabajar en voluntariado, asistir a cursos en los que conocer gente pueda ser muy beneficioso. Las personas necesitamos conexiones sociales para estar integrados y sentirnos más felices. Sería muy beneficioso utilizar el conocimiento que hemos obtenido a raíz de la pandemia para generar más políticas sociales y cambiar el comportamiento de las personas en prevención a esta problemática.